miércoles, 7 de julio de 2010

Quemar las naves

Y cuando por fin toca volver, cuando el Ávila se presenta como esa muralla que resguarda nuestra querida Caracas, verde porque verde es la esperanza, verde como el verde de Lorca, verde porque el verde nunca será rojo. Serán las olas del Caribe quienes me arrastren hasta la tierra en donde nací y en donde con suerte moriré. Me recibirá Vargas, un Estado lleno de heridas sin sanar, pisaré sus calles con las venas abiertas.

Cuando emerjan del negro subconsciente los recuerdos, me encontraré dentro de un mercado del mismo tono que presagió a mis recuerdos. El vapor inconfundible de Maiquetía me impregnará cuando se abran las puertas, esas puertas que sueño con atravesar en sentido contrario al que me tocó hace casi un año.

Como Caracas es idílica, tendré que subir para llegar a ella, a ese refugio donde sobreviven sus habitantes, a esas calles arropadas por la intransigencia, a ese contraste entre el fuerza ciudadana y la desidia gubernamental que supone la ciudad y el país.

Seguro las cosas habrán cambiado, los árboles quizás tengan otro verde, la vida cueste más, o menos, dependiendo del punto de vista del que se observe, pues quizás la vida nos cueste una discusión, pero consumir los alimentos necesarios para despertar cada mañana sea más costoso.

Las calles seguirán impregnadas por el tráfico, por los indigentes, por los niños de la calle, por la basura, por la basura electoral (que no se debe agrupar con la basura general), pero también por la belleza de las madres venezolanas, por esos estudiantes que levantarán en un futuro la bandera del Nunca Jamás.

El cielo seguirá en el mismo lugar y la noche seguirá siendo cómplice de tantas sonrisas que la ilusión reflejó en nuestras caras, el aire de libertad seguirá despeinándonos aunque nos quieran obligar a no despeinarnos, la lluvia nos seguirá recordando lo vital que es cuidar al medio ambiente que tanto descuidamos.

El río Guaire seguirá atravesando la ciudad y la funcionaria que prometió limpiarlo seguirá cobrando su sueldo con el dinero de los venezolanos, el olor del río se seguirá sintiendo en los Ministerios y la locura seguirá desbordada por la irracionalidad que sólo demuestra quien sabe que morirá mañana.

Sin embargo, esta es la Caracas que ofrece el reto de transformarla, una Caracas que nos ofrece derroches de belleza, retratos del alma, ternura de enamorados adolescentes, una Caracas que refleja esta locura que supone soñarla distinta.

Cómo recomendó el maestro Benedetti, el día o la noche en que por fin lleguemos habrá sin duda que quemar las naves, así nadie tendrá riesgo ni tentación de volver.

JEM

No hay comentarios: